jueves, junio 21, 2012

La banda sonora de la actualidad: un tango

Una canción descubierta por casualidad de casualidades, pero que se aplicaría al título de esta entrada: lo que canta es el hit del disco de la banda sonora de nuestros tiempos. Os paso este tango en una versión de, como no, Carlos Gardel.

CAMBALACHE by Carlos Gardel on Grooveshark

Artesanía galega

En mi familia somos mucho de hacer las cosas a mano: es algo genético. Mi abuela materna era costurera, y la paterna, cocinera, que también es una artesanía (aunque vasca en este caso). De ahí, mi madre, mis primos y yo, sacamos las ganas de hacer manualidades en cuero y confecciones con telas (de punto a ganchillo pasando por "customizaciones" - como dice mi madre - de la ropa vieja y no tan vieja). Y mi padre no se queda corto: además de ser un estupendo cocinero, le dió a la encuadernación artesanal en su momento.

Y mi prima ha seguido con la tradición, primero con cuero y ahora también con la encuadernación. Cada verano voy con ella y quien se apunte a los festivales de música a vender nuestras artesanías y a ganar unas pelillas (o debería decir "eurillos") para ir tirando y pagar algún alquiler. 

Por ejemplo, vendíamos esto:

- En cuero:



Funda para I-Pod / I-Phone con diseño tradicional gallego

-En ganchillo:


Bolsos de ganchillo



Pero además de dulces de lana, también hay mermelada casera (aunque esta no se puede vender en los puestos...)

Pulpito de amigurumi (técnica japonesa de hacer muñequitos con ganchillo)


Un sabio búho


Para los hambrientos, se hacen pasteles de ganchillo (sabores a elegir. Este, de calabaza)

Este año, aunque por falta de tiempo no podré ir a ningún festival, he ido a ayudar al equipo "As Chiflas" de encuadernación: mi prima y dos amigos que se han montado hasta un blog para mostrar su trabajo.

Sus libretas - y albumes de fotos, tacos de post-it, libros reencuadernados - son maravillosos,  las fotos no hacen justicia a su trabajo, que es agotador. Cada día, en una sesión de mínimo 8 horas, seleccionan papeles, hacen agujeros, cosen, cortan las tapas, pegan papeles o telas, pegan lomos... No se para ni un momento, y siempre queda algo por hacer.


El equipo de As Chiflas en el taller


Midiendo, marcando y cortando tapas de libretas sencillas


Distribuyendo papeles y tapas para las libretas sencillas


Muestra de papeles decorados al engrudo para las tapas

Libreta con costura copta

Ni que decir que se admiten encargos. Para más información, os paso de nuevo el enlace al blog AS CHIFLAS


domingo, junio 17, 2012

Más musiquilla

Estos días estoy viendo a mis amigos, como debe ser, redescubriendo sus vidas y las cosas que les han apasioando-obsesionado-guiado todos estos meses que no les he visto. Y entre muchas cosas, buenas y malas, me han "descubierto" a un artista que ya conocía, Caetano Veloso, y a uno que es una novedad, Gregory Porter.

Pero empecemos con Veloso. Si, un dios de la bossa nova, que sin embargo nunca me gustó tanto como Vinicius de Moraes o Toquinho. Es que Toquinho es un encanto en los conciertos, y tuve la suerte de asistir a uno al lado de mi casa, casi sin gente, al aire libre. Bueno, pero yo iba a hablar de Caetano Veloso, y de la canción que me ha redescubierto a este artista: Leaozinho (leoncito)


Olvidaos de las imágenes de este video. Cerrad los ojos. Si podéis apoyar la cabeza contra el cristal de una ventana, con los ojos cerrados, o mirando a las nubes cambiando de forma (para aquellos que tengáis la suerte de poder ver las nubes por la ventana). Escuchad la canción una y otra vez, y otra vez, y otra más. ¿No parece que cambia la vida?

Pues este tremendo artista no tiene solo estas canciones, sino versiones de auténticos clásicos que a la bossa nova, suenan como una canción totalmente nueva. 

¿De quién son estas dos canciones?? (facilísimo.....)





Me gustan las versiones de Caetano Veloso :D

Y el otro es Gregory Porter, que parece ser un hijo ilegítimo de Nat King Cole, y que ha sido nominado a los Grammy (aunque bueno, no sé si eso dice algo bueno de él o no....). Pero hay una canción de su último disco que me ha encantado (aunque el disco anterior, el primero, me raya un poco. Quizá tanto jazz es demasiado para mí).


¿Qué os parece?

sábado, junio 16, 2012

Viajando


El aeropuerto de Paris, Charles de Gaulle, desde el avión a Vigo.


La ría de Vigo desde el avión. Esta es mi tierra...


Este es un pueblecillo justo antes del aeropuerto, con las casas típicas que inundan el paisaje gallego.


Algo que no he visto en Calcuta: un paragüero.

martes, junio 12, 2012

Un largo, largo viaje

Ya estoy de vacaciones, por fin, pasando una temporadita en España después de cumplir 11 meses seguidos en Calcuta. Llegué sana y salva, pero agotada tras unas 24 horas de viaje.

Como no podía ser de otra manera, hubo contratiempos en el viaje: retrasos. Primero, mi vuelo de Calcuta a Mumbai salió una hora más tarde de lo previsto, con lo que peligraba mi enlace a París. Cuando compré los vuelos, planeé tener bien unas 3 horas en Mumbai para recoger mi equipaje, facturar de nuevo, pasar por inmigración y subir al avión para París. Pero ahora tendría menos de 2 horas....y el aeropuerto de Mumbai no es pequeñito como el de Calcuta. ¿Me daría tiempo?

Por suerte, Mumbai es todavía India. Y si ya hay retrasos normalmente en todos los aeropuertos del mundo, en India puedes estar casi seguro de que habrá un retraso. Yo lo agradezco.

Así que efectivamente, después de esperar media hora por mi maleta que no aparecía, corrí hasta coger el autobús, que se tomó otra media hora en llegar a la terminal internacional. En cuanto llegué al mostrador de Air France ya me gritaron: "¡pero llegas muy tarde!". Así que me hicieron rellenar allí mismo el papel de la inmigración, para ahorrar tiempo. En este formulario, hay una parte en la que tienes que responder cuál es tu país de residencia. Yo dudé, y dije en voz alta "India". La chica del mostrador, que era india, claro, me miró y me dijo: "Eso no puede ser...será España, eres española".
-Yo:  ¿Has visto mis visados? Llevo en India desde el pasado enero. Trabajo en India.
- Ella: Sí, bueno...pero tú pon España.
Al final le hice caso, no vaya a ser que me pongan pegas luego en Inmigración. Pero la próxima vez yo pongo India.

Una azafata me acompañó hasta las aduanas para colarme, y luego otra me coló en el security check, y así todo... me sentí como una viajera VIP. Y al llegar por fin a la puerta de embarque, sopresa: el avión tenía media hora de retraso.

No tuve la suerte de me tocara un asiento en Business class por overbooking (como sí  me tocó cuando también llegué tarde a Heathrow por un retraso en Barajas, cuando iba a Estados Unidos). En realidad, el avión iba medio vacío. Yo, acostumbrada a viajar rodeada de indios habladores que hacen el viaje ameno, acusé mucho la falta de compañía. Sí, tenía tres asientos a mi lado (iba en el medio), así que pude estirarme y tumbarme para dormir. Pero echaba de menos charlar con alguien el avión. En el cuatro asiento de la final había una mujer francesa que no paraba de mirarme: yo la miraba también a ver si me decía algo, pero nada. Al final me aburrí del juego y me puse a leer cómo Satyajit Ray empezó en el cine, cosa que cuenta en su libro Our Films, Their Films, que me compré en College Street antes de marcharme.

Después de 9 horas y media y muchos intentos fallidos de dormir, por fin llegamos a París, donde hacía un frío de 13ºC y cielo gris. Qué europeo, pensé. Y qué aburrido. El Charles de Gaulle es el aeropuerto más pijo que he visto nunca (vale, todos lo son, pero este se supera). Me perdí un poco porque, aunque llevo años y años usando este aeropuerto para viajar al resto del mundo, llegué a una terminal en la que no había estado antes. Así que primero tuve que coger un trenecillo para ir a otro lado de la misma terminal, y luego encontrar el autobús de siempre que me lleva a la otra terminal, la 2G, para ir a España.

En la 2G ya había perdido de vista a todos los indios que venían conmigo de Mumbai, y allí estaba yo sola con mi kurta y mi churidar, la gente mirándome sin decirme nada. Hasta que en el nuevo security check (¿qué cuántos hice? Creo que cuatro....) dos azafatos, un chico y una chica, a los que hasta el momento solo había oído hablar en perfecto francés, me preguntaron, en inglés, si yo era india. Les digo que no, que soy española, pero que vengo de India, obviamente.
- Ellos: ¿De dónde?
-Yo: De Calcuta
- Ellos: ¡Oh, Calcuta! ¿Has probado los dulces?
- Yo: Claro, rosgolla, misti doi....
- Ellos: gulab jamun... ¡Qué ricos están!
- Yo: ¿Cómo los conocéis?
- Ellos: Somos indios....
- Yo (alucinada): ¿Qué? ¿En serio? No parecéis...
- Ellos: Jaja, la que pareces india eres tú...

Y así seguimos charlando sobre India, sobre la ropa que yo llevaba, sobre el bindi (que también llevaba...por hacer el chiste al llegar a Vigo). 

Esto es Europa, pensé: desde que salí de Mumbai, las únicas personas que han hablado conmigo, son indias. El resto de la gente es de hielo o algo así. Me dieron ganas de llorar allí mismo y cogerme un vuelo de vuelta a Mumbai.

La cosa no mejoró cuando, de nuevo en la sección de Inmigración del Charles de Gaulle, un francés coge mi pasaporte, me mira, y me dice:
-¿Vas a Vigo? ¿A qué?
- A ver a mi familia, de vacaciones
- Pero, ¿tú eres india o eres española?
 Y yo pensando, "pero tío, ¿tú sabes leer? ¡Si tienes mi pasaporte!!"

Por fin, en el vuelo a Vigo, me toca sentarme al lado de un viejecillo que habla conmigo en inglés, y resulta que es brasileño. Un poco más reconciliada con el mundo, y pensando que tengo que viajar a Brasil alguna vez, me despierto (porque me dormí, por fin), en Vigo, con una tormenta que hacía temblar el avión que parecía que estaba en el 815 Oceanic, el avión de Lost

Pero aterrizamos bien, y enseguida (porque el aeropuerto de Vigo es minúsculo) divisé a mi familia entre los cuatro gatos que esperaban a alguien: estoy de vuelta. Todo es como lo recordaba: el cielo gris, la llovizna continua, el frío, y la gente sola que no habla.

¡Ay, Calcuta!

sábado, junio 09, 2012

El principio: Recordando mi primer día en Calcuta

Mientras venía a Calcuta, en el avión, pensaba en quién se habría inventado el nombre "India". ¡Qué bonito suena! El "Bharat" en las lenguas indias no suena ni la mitad de bien. Se le llena a uno la boca de vocales y consonantes sonoras diciendo "India", como de música, y a la mente vienen imágenes coloridas, rojos, naranjas, amarillos.

¿Por qué "India" es sonido y colores cálidos?

En cuanto pisas fuera del avión, te das cuenta de por qué.

Primero, el calor. El calor húmedo, pegajoso, que se queda atrapado entre la piel y la ropa, enredado en el pelo, decidido a no marcharse. Uno puede pensar que, bueno, es agosto, es normal, luego será mejor. Pero no es así. De una cosa puedes estar seguro: en India, el calor te hará compañía siempre.

Además, no es un calor de verano como el de Madrid o el de Andalucía, no es un calor tropical tampoco. Es un calor con olor y sabor. Masticable. Tu olor corporal acaba siendo el mismo que el olor de calor.

Al principio, una no sabe qué es ese olor que lo inunda todo. Hace falta pasar un tiempo en India para descubrir a qué pertenece ese aroma característico. Hace falta caminar por la calle y descubrir los puestos de comida callejera, mugrientos, que desde la mañana a la noche cuecen arroz, lentejas, especias, refríen samosas en aceite ennegrecido, cocinan pollo, pescado, fideos chinos, toneladas de guindillas, hierven té, hacen pan, voltean tortillas francesas. La comida se va poniendo rancia rápidamente por el calor y la humedad, y tienes que estar atento a que cocinen delante de ti y que no te den algo que lleva no se sabe cuántas horas a la intemperie (en el mejor de los casos, dentro de una cristalerita), esperando que algún despistado se lo lleve. 

Y hay que añadir los puestos de pani-puri (phuchka), con su agua especiada cuyo olor se extiende como una señal que indica "phuchka a 10 metros". Los puestos de frutas tropicales dulcísimas que rezuman su azúcar al calor que las recuece, las galletas picantes que a pesar de estar metidas en tarros de cristal, se reblandecen al sol, las flores a la venta en la calle cerca de los templos, los dulces bañados en sirope de rosas. 

Puedes saborearlo todo solo con respirar. 

Los desperdicios de días anteriores se acumulan al lado de cada puestecillo. Los mejores tienen algún cubo o cestilla donde los cuervos, las vacas y los perros, vienen para aprovechar los restos. Los peores tienen los fideos resecos incrustados en el mostrador.

Pero esto, todavía en el aeropuerto, es totalmente desconocido para el visitante, que no puede comprender a qué se debe la atmósfera asfixiante a la que ha llegado. Y aún no he hablado de los vertederos de basura en el medio de la ciudad, de los baños públicos, del humo de los coches, del agua venenosa, de los crematorios al lado del río, ni de los perfumes, desodorantes y incienso que la gente usa para enmascarar el olor, porque eliminarlo es imposible.

Para llegar a la ciudad, coges un taxi en el prepaid taxi booth del aeropuerto. Es tu mejor opción, a no ser que sepas hindi y estés dispuesto a regatear a muerte con el taxista, a sabiendas de que si consigues un buen precio, no te llevará directamente sino buscará más clientes a lo largo del camino para conseguir más beneficio de un viaje tan largo. 

En cuanto te metes en el taxi, lo primero que ves es que, por supuesto, no hay aire acondicionado. Las ventanas están siempre abiertas, y si tienes suerte, habrá en mitad del techo, a los lados, un par de ventiladores minúsculos que se mueven para dar aire lleno de polvo. La tapicería del taxi es inexistente, y en el salpicadero, tendrá fotos de dioses azules con serpientes en la cabeza, una especie de rectángulo negro con ojos rojos y la figura de un elefantillo en lugar de San Cristóbal o la Virgen María que llevan tus abuelos. Y en lugar de un crucifijo o un ambientador de pino colgando del retrovisor, llevan a un mono naranja volador o una cuerdita con limas y guindillas colgando. En el fondo, es lo mismo que en España, solo que sin la COPE de fondo.

A medida que el taxista te acerca a la ciudad, a trompicones y en zigzag, intentas distraerte y disfrutar del paisaje, hasta sacas tu cámara de fotos por si tienes la oportunidad de sacar una buena instantánea. Pero el coche va demasiado rápido, y con los parones y saltos de los baches de la carretera, tienes miedo de que la cámara salga volando por la ventana. Por fin, el coche se para: un atasco. Ahora puedes sacar las fotos que quieras, porque no sabes cuánto tiempo vais a estar ahí parados. De vez en cuando el taxista arranca el coche (que ha apagado, porque sabe lo que hay) para moverse dos metros en diagonal y entorpecer todavía más la circulación. Entre el ruido de los coches cuyos conductores todavía no han apagado, optimistas, los cláxones de los que ya están aburridos de esperar, la gente charlando entre coche y coche, oyes una musiquilla lejana. Una musiquilla que parece venir de unos altavoces instalados en el semáforo, que lleva en verde cinco minutos aunque ningún coche se mueve. Es una musiquilla dulce y repetitiva. No entiendes las palabras pero te viene un sentimiento místico y tranquilizador. "Será para calmar los ánimos de los conductores, porque con estos atascos y este calor...", piensas, alabando la iniciativa del ayuntamiento. De pronto, tu taxista, un hombre barrigudo y con bigote que lleva un uniforme gris con manchones, se pone a cantar la canción mística de los altavoces. 

Curiosa, le preguntas qué canta, con la esperanza de que sepa inglés. Has tenido suerte, te entiende, y te contesta algo que te suena como:

- robindrasengit. About flowers.

Y entonces te das cuenta de que no hay cámara que pueda sacar la foto que este momento merece.

****

Y como me he dado cuenta de eso, por eso he escrito este pequeño relato que es totalmente autobiográfico. First day in Calcutta. Fue el principio de una aventura que todavía no se ha acabado, y quizá sea el principio de una historia un poco más larga que este cuentecito. Porque no será por falta de inspiración y cosas que contar. El problema, en realidad, es encontrar el tiempo para elegir qué contar y cómo, y escribirlas...

martes, junio 05, 2012

Problemas de vivir en el extranjero I: Incomunicación


Cuando vivía en Japón, era un poco complicado entenderme con la gente. Sí, sabía algo de inglés y algo de japonés, pero no tenía facilidad para pensar en estas lenguas cuando llegué. Mi inglés era algo mejor, pero muy funcional...lleno de errores. Todavía recuerdo cuando era incapaz de decidir si era “she” o “he “ o “his” o “her”, y cambiaba de referente en una misma frase, además del típico “people is” y mis dobles pasados “I didn't knew”...No es que no supiera las normas gramaticales: las sabía bien. Me ponías un examen de inglés por escrito y jamás cometería esos errores. Pero una cosa es escribir, cuando tienes tiempo para pensar qué estás escribiendo (y puedes borrar, y nadie lo ve), y otra muy distinta, hablar, donde no hay tiempo de ensayar, ni de pensar si lo que dices es correcto gramaticalmente, ni de borrar, porque nunca se borra, el error ya está hecho, dicho y oído.

Aprendí inglés (¡qué remedio!) porque si no no había manera de establecer comunicación con los demás alumnos extranjeros. ¿Cómo iba a comunicarme con mis compañeros de residencia o de clase, si ninguno de ellos hablaba español?

La necesidad de comunicarme fue lo que hizo que aprendiera inglés. Quiero decir, que aprendiera a HABLAR inglés.

Y japonés, bueno, no tenía tanto contacto con japoneses (por otros problemas no tanto comunicativos, que también, sino culturales...), así que aunque mi japonés mejoró muchísimo, mejoró sobre todo mi comprensión y mi lectura. Si no quería perderme en el país y estar aparte, tenía que aprender a entender lo que me decía la gente, el vendedor, el dependiente de la tienda, la voz en el metro, la mujer del banco. Y a leer, a leer los signos en la calle, las letras rápidas en los programas de televisión (menos mal que estaban ahí), los carteles en el metro, los anuncios, los envases de comida, los folletos con las ofertas de las grandes superficies....Gracias a dios (a un dios japonés, sin duda), tenía mi 電子辞書, mi diccionario electrónico que reconocía los kanji...

Pero mientras que con inglés, que era un idioma en el que me comunicaba diariamente, como tenía una base fuerte, gané la fluidez que me faltaba, con el japonés – que lo usaba diariamente, pero menos y no para una comunicación directa – tenía que prestar mucha atención. Escuchar varias veces. Leer con calma. Apuntarlo todo en una libreta. Usar el 電子辞書. Sin esa atención, estaba perdida. Y cuando el mensaje era demasiado rápido para mí, y no podía entender, me frustraba.

Era muy frustrante estar en un país, aprendiendo la lengua, y sentirme perdida, aparte del resto del mundo. Mientras que para ellos el japonés es el idioma natural, están cómodos comunicándose en él, y conocen las reglas del lugar y de la interacción social, yo no. Ni yo, ni casi ninguno (por no decir ninguno, voy a dejar el beneficio de la duda a algunos afortunados) de los estudiantes internacionales de la universidad. Por eso nos pasábamos el tiempo juntos, en inglés. Ahí, en inglés, aunque viniendo de diferentes culturas, todos estábamos en comunicación, y nos sentíamos conectados, miembros de un mismo grupo: el grupo de los estudiantes internacionales de Kansai Gaidai. Y considerando que nuestra familia y amigos estaban a miles y miles de kilómetros de distancia, formar parte de ese grupo era importante. Aliviaba la soledad y las dificultades de vivir tan lejos, de no entender nada, la frustración.

Ahora, otra vez, estoy en otro país, experimentando una cosa parecida. Pero distinta. Porque aquí no pertenezco a ningún grupo. El único grupo al que aspiro es al “grupo de estudiantes y profesores de español en Calcuta”. Pero los miembros de este grupo comparten un mismo idioma que no es el español, sino el bengalí, que yo no entiendo. Y además, pertenecen a otro grupo más grande: el grupo de “bengalíes en Calcuta”, que es enorme. Además de a su círculo de amistades y su familia. Y todos esos grupos funcionan en bengalí.

Por eso mi dedicación a aprender bengalí: para formar parte del grupo. Pero no es fácil, y el camino está lleno de frustración, mucha más frustración que en Japón. Allí, al menos, tenía mi grupo de “estudiantes internacionales”, funcionando en inglés, donde tenía mi refugio. Como dije antes, aquí no tengo grupo. Es como estar en Japón pero sin el apoyo de los estudiantes internacionales, y sin conocimiento alguno de la lengua nativa: como intentar entrar en el grupo de japoneses directamente, sola, y sin saber japonés ni las reglas de la interacción social. Cámbiese japonés por bengalí.

¿Qué por qué no me busco otro grupo, un grupo de “internacionales”, que funcione en inglés? Pues por dos razones muy sencillas: 1, no hay, y 2, aunque hubiera, no quiero.

¿Qué por qué me quejo entonces? Pues....porque es muy frustrante.

Y no quiero porque justamente por entrar en el grupo de “internacionales”, no aprendí tanto japonés ni tanto sobre Japón como podría haber aprendido. No me acabé de meter en la cultura. Si, volví a mi casa haciendo reverencias, diciendo “hai” en lugar de “”, siendo superamable y pidiendo todo de la manera más indirecta posible, levantándome a las 6 de la mañana para desayunar con té verde y comiendo fideos de soba todo el tiempo con palillos. Si me hubiera quedado un año más, me habría empapado más de la cultura japonesa y la habría entendido mejor. Pero no fue así. Lo que pasó fue que mi inglés mejoró mucho, y que conocí a gente de muchos países, que también es algo fantástico, pero no fue lo que fui a buscar.

Vivo en India. No es un año de estudios, sabiendo que luego voy a volver a España. No, yo vivo aquí, en Calcuta, y si voy a volver a España o no, o si me voy a marchar a Zimbwawe, pues no lo sé. No hay fecha límite a la vista. Por eso veo mi estancia aquí desde una perspectiva distinta: la perspectiva de la supervivencia. Tengo que introducirme en la cultura, en el grupo, o sí o sí. No hacerlo sería un suicidio, alienarme para el resto de los X años que me quedan aquí.

Pero, ¿no dices que hay un grupo de estudiantes y profesores de español? Ellos hablan español, ¿no? Entonces, tiene que ser fácil, ¿no?

A primera vista, sí. Pero en cuanto estás con parte del grupo (más de uno o dos), inmediatamente, el bengalí va a aparecer. Es normal. Comparten una lengua, ¿por qué no van a usarla? Es una estrategia comunicativa natural, la más natural de todas: usar la lengua materna. ¿Se dan cuenta de que no entiendo nada de lo que están diciendo? ¿Se dan cuenta de la frustración que provoca querer entender y hablar y no poder hacerlo porque tienes un bloqueo por tanto deseo? ¿Se dan cuenta de que así me ponen inmediatamente fuera el grupo, aparte? Y si se dan cuenta, ¿debería importarles?

A lo mejor, la respuesta a todas esas preguntas, es no.

¿Qué puedes hacer entonces? De momento, ver Nayok tantas veces como pueda hasta entender los diálogos...

lunes, junio 04, 2012

Otra cosa mariposa....

Y esa otra cosa es música, pero no en bangla ni nada...
Se trata de Kimbra, una nueva estrellita neozelandesa* con un gusto pésimo para la ropa, pero con una voz que lo compensa. Sobre todo en esta versión, medio directo medio en estudio, de su canción Plain Gold Ring. Una tormenta.


Plain Gold Ring (Live at Sing Sing Studios) by Kimbra on Grooveshark

También me encanta esta otra, Settle Down. El video es una monada, con esas mujeres-niñas-muñecas:


Y una más para terminar, Old Flame.

Old Flame by Kimbra on Grooveshark

sábado, junio 02, 2012

Teatro en bangla

A petición de un lector esporádico, voy a comentar mi experiencia como espectadora de teatro en bengalí.

La primera vez que vi un obra de teatro en bengalí fue allá por marzo, creo. El padre de un amigo de mis estudiantes de español parece que se dedica, de manera profesional, a dirigir teatro. Así que nos invitaron amablemente a la última producción que hicieron, en Academy of Fine Arts. No recuerdo exactamente el título, pero creo que era algo como "una melodía rota".

Aparte de unos problemas técnicos iniciales con la electricidad (no había) y después con el aire acondicionado (no funcionaba), que retrasaron el inicio de la obra (que ya estaba retrasado...), el resto de la obra fue más o menos fluido. Hubo problemas de sonido después del descanso, pero los actores se las arreglaron para superar los problemas una vez que estaban dentro del escenario. El caso es que verlo me preparó para saber que algo iría mal, técnicamente hablando, en mi obra de teatro. Esto es India, al fin y al cabo, completamente imprevisible.

La obra trataba de la vida de una famosa cantante, que en un flash-back a través de una entrevista para un periodista, contaba los obstáculos que tuvo que superar en su vida para poder dedicarse a su pasión, la música, ya que siendo una mujer, la sociedad veía con malos ojos que tuviera una ocupación que no fuera la casa y la familia.

La obra, a pesar de ocurrir en el pasado (en un tiempo que no pude identificar, pero antes dela Independencia seguro), habla de un tema de rabiosa actualidad, aún hoy en día. Pero además de tratar un tema interesante, compaginaba hermosas canciones y un vestuario y escenografía muy vistosa. Me fijé mucho en esas cosas porque, claro, la obra era en bengalí e hindi (aunque no pude entender demasiado bien por qué a veces era una lengua y no la otra...), y entendí, no sé, ¿un 20%? El resto, gracias a la traducción en directo de los dos estudiantes de español que me acompañaban.

La chica protagonista venía de una familia de músicos y artistas bengalíes. Tenía dos hermanos, un hermano mayor músico, ella cantante, y una hermana menor bailarina. Los padres están orgullosos de sus hijos y de los conciertos que dan para sus amigos y vecinos, sin grandes ambiciones, aunque ellos quieren ir más lejos. La hermana pequeña se enamora de un director de cine de Tollywood y huye con él, puesto que su familia se oponía a la relación. Eso destruye la armonía familiar, y empieza a ser difícil para la protagonista vivir en esa casa.

Un día  llega un soldado del Norte de India, que hace servicio en Calcuta, con un precioso uniforme blanco, y escucha a la protagonista cantar. Se enamoran, y al cabo de un tiempo se casan, aunque la familia tampoco está de acuerdo, porque pertenece a una comunidad distinta. Pero ella se va con la familia de él. Al principio todo es maravilloso, claro, y él adora como ella canta y le pide que nunca deje de cantar. Pero la familia de él, de clase (muy) alta, se ve revolucionada por esta chica que "hace" cosas, que canta, y que no se dedica a perder el tiempo sin hacer nada, como es el deber de una mujer, sobre todo de su posición. Que ella cante es un insulto, así que la obligan a dejar de cantar. Incluso su marido se pone en contra suya. Ella, harta de todo, se da cuenta de que la vida en esa familia no es para ella y huye a Varanasi.

En Varanasi conoce a otra cantante, una mujer mayor, y juntas forman un grupo musical que empieza a ganar fama y éxito en la ciudad. Vienen productores musicales de otras ciudades, incluso de Calcuta, para convencerlas de que den conciertos, y que los contraten como managers. La protagonista no se deja convencer, pero la otra mujer, en secreto, se marcha con uno de los productores y empieza a dar conciertos por toda India. Se hace muy famosa, y nuestra protagonista se siente traicionada. Pero cuando la otra cantante vuelve a Varanasi, y se enfrentan, la protagonista descubre que su amiga ha sido engañada y apenas ha ganado nada del dinero prometido: el productor se ha quedado con todo. Desoladas, vuelven a cantar juntas en la ciudad.

Finalmente, otro productor, más honesto, viene y convence a la protagonista de que él sería un buen manager para ella, y así es cuando ella empieza a hacerse famosa de verdad. Pero esta parte no la vemos, hay una elipsis temporal y volvemos al presente, a la entrevista, en la que la cantante, ya mayor, habla con un poco de amargura sobre su vida, haciendo una valoración en la que dice que no se arrepiente de nada. 

O eso creo. Entre que estaba en otro idioma y el tiempo que ha pasado, seguramente se me ha pasado algo por alto.

Me encantó la actuación de la actriz principal, aunque todos en general estaban estupendos. Además de esta trama principal, había otras subtramas (con la hermana pequeña huida, que se hace famosa en películas de Bollywood al final, otras amigas de Varanasi, que también tienen una vida sentimental complicada, etc.). Además, la música, el decorado y el vestuario estaba muy logrado. Me gustó también que mezclaran bengalí e hindi según el lugar donde estuvieran los personajes, o su procedencia, o que los personajes mezclaran los dos idiomas según su dominio de ello: por ejemplo, la cantante mayor de Varanasi, habla sobre todo en hindi, pero en un momento que van a Calcuta (creo), hablaba un poco en bengalí, como haría una persona en la realidad. Esto ya lo he visto en películas también, y me parece un uso muy realista de las lenguas, mostrando el complicado mosaico lingüístico que es India, donde es natural que la gente sepa al menos tres lenguas: la suya, hindi, e inglés, aunque además entienda (sin hablar) otras tantas. 

La segunda obra que vi fue ayer mismo, en Madhushudan Mancha. Ver una obra de teatro después de dirigir una yo misma, hace que la vea con otros ojos. Ahora voy buscando donde están los micrófonos, cómo cambian el decorado, el ruido de la campana antes y después de la obra, la utilización del decorado, del telón, etc. 

Esta segunda obra, llamada "Osama" (sí, por Osama Bin Laden), no era una tragedia como la anterior, sino una comedia bastante ácida sobre los tejemanejes del poder y el dinero. De nuevo, dos estudiantes de español me acompañaron, y me tradujeron casi toda la obra, porque si no no habría entendido nada. Es bastante frustrante entender palabras sueltas pero ser incapaz de entender el sentido completo de las frases. Creo que entendí, enteras, tres o cuatro, cortitas. Lo demás, del contexto, y de la traducción. Una pena, porque siendo una comedia, había muchos chistes con los que mis acompañantes se partían de risa mientras yo no entendía de qué iba nada...

Aparte de la frustración de intentar entender un idioma incomprensible durante 3 horas, la obra no estuvo mal. Un pelín larga. Pero me pareció original, y la acidez me gustó.

El protagonista es un tal Charles (no entiendo por qué se llama Charles siendo indio, pero bueno...), un timador que vive gracias a engañar a ricos bobos, y que no tiene muchos escrúpulos. La obra empieza con la policía persiguiéndole por su último timo, y él intentando suicidarse. Una pareja de mendigos le salva (por error, ellos solo querían su ropa), y al final decide no suicidarse. Se esconde en la casa de un periodista, donde conoce a la hija del periodista, que siente compasión y le esconde de la policía.

El periodista es un hombre mayor y apocado, que antes tenía un puesto de responsabilidad en el periódico pero que acabó siendo relegado y sustituido por un joven mucho más atrevido que él. El periódico para el que trabaja está en peligro porque nadie tiene interés en leer las noticias que publican. Necesitan algo con gancho, algo que mantenga en vilo a la gente leyendo durante meses, para obtener beneficios. Y usan a este pobre viejo periodista como cabeza de turco: si no encuentra una idea que les dé dinero en 24 horas, le despiden.

Desesperado, vuelve a casa decidido a emborracharse, y se encuentra con el tal Charles. Al principio se asusta, y llama a la policía. pero Charles le convence de que él tiene la solución a sus problemas. El periodista acepta. Sin embargo, la policía, avisada por su llamada anterior, llega. Charles se esconde y el policía y el periodista se hacen amigos, bebiendo (esta si que era una escena graciosa y podía entender algo de lo que decían), y el policía se marcha.

El periodista lleva a Charles al periódico, donde le están esperando con impaciencia. Primero se muestran escépticos con este hombre misterioso que habla en hindi (Charles habla en bengalí, pero cuando toma su nuevo personaje, habla en un hindi superlento, que casi entendía mejor que el bengalí....), pero cuando este hombre se cambia de ropa y se viste como Osama Bin Laden, ven su oportunidad: ahora pueden publicar información confidencial como si tuvieran al Bin Laden de verdad, aunque saben perfectamente que es un impostor. Pero el público no lo sabe...

Así que empiezan con ello, el periódico sube en ventas, Bin Laden es el tema de moda, y se hacen ricos a costa de Charles-Osama. Él está contento porque tiene dinero y ahora entra en una sociedad distinta, tiene guardaespaldas, una ministra quiere fotografiarse con él, y andan todos de fiesta en fiesta. Pero el periodista que le introdujo en el periódico sigue sin tener un puesto de relevancia y tampoco le suben el salario, como pedía en su primera aparición en el escenario. La hija del periodista está en contra de toda esa maquinación: ella también es periodista, pero seria, defensora de la verdad, aunque no se atreve a denunciar a nadie porque puede salpicar a su padre, claro, y a Charles, que parece que le gusta. Ella intenta convencerle de que abandone la farsa y que se marche lejos, y para ello le muestra la última edición del periódico: ponen su foto posando como Osama y diciendo algo que él no ha dicho nunca. Es decir, ya no le necesitan, pueden seguir inventando sin él, y eso le pone en peligro. Porque él los podría denunciar y descubrir todo el pastel, corre el peligro de que se quieran librar de él.

Charles-Osama intenta hablar con el jefe del periódico, que es el único que no sabe que él no es el verdadero Osama, quejándose de las falsedades que han sido publicadas. El jefe quiere obligar a alguno de sus empleados a escribir una nota rectificando y culpabilizándose en el periódico, pero nadie quiere hacerlo. Al final, algo pasa, no sé qué, quizá demasiado alcohol, que el jefe saca una pistola (no sé de donde..) e intenta matar a Osama (tampoco entiendo por qué....). Le aplacan, se lo llevan, y Charles-Osama se ve chantajeado por sus guardaespaldas, que saben perfectamente que es un impostor y amenzan con descubrirlo todo y acusarle a él.

Todo empieza a ir de mal en peor y Charles, persuadido por la hija del periodista, decide huir con ella, dejando a todos solos, sin fuente de noticias ni de ingresos. Hay de nuevo un caos terrible en el periódico, hasta que a uno se le ocurre una idea: ahora empezarán a publicar noticias diciendo que todo había sido un timo, escribiendo que han sido víctimas de un engaño, haciendo del desastre su fortuna. El caso es hacer dinero manipulando al público, no con noticias de verdad.

En los panfletos de la obra (que nos dio el director amablemente y de gratis al final, cuando le visitamos), hay una pregunta: "¿De qué trata la obra exactamente: de la lucha interna de un timador "bueno", o de la justificación moral de una existencia degenerada?"

Pues yo creo que de ninguna de las dos cosas, pero claro. yo no entendía las palabras. Yo entendía solo el conjunto. 

A mí me parece más que la obra trata del poder en la sombra de los medios de comunicación, de la manipulación de la sociedad a través de sus noticias, de las que no es no se preocupen de verificar, es que directamente se las inventan. ¿Cómo podemos los lectores saber si las noticias son ciertas o no? Ahora no sirve contrastar con otros periódicos, porque cada uno está tan influenciado por la política que las noticias en cada uno de los medios parece que hablan de países totalmente diferentes (aplíquese a India, a España, al país que les de la gana a ustedes). De cómo los medios se aprovechan del miedo de la gente, de las emociones más básicas, de la cultura del terror, y de cómo son capaces de hacer cualquier cosa, dejando de lado la ética periodística, por hacerse con dinero. Un periódico ya no es una institución que busca la verdad y pretende informar, sino una empresa privada que busca dinero y pretende beneficiarse económicamente de todo y de todos.

Claro que no sé lo que le parecerá al director mi entendimiento de la obra.

Por cierto, una pena que no tenga fotos, porque la manera en que cambiaban el escenario era espléndida: con una pegadiza musiquilla, y con una coreografía perfectamente ensayada, los actores, todos, iban y venían, incluidas las mujeres ya no tan jovencitas con sus saris brillantes y sus zapatos de tacón, bricando y moviendo muebles, mesas, sillas, trayendo y llevando cosas, en apenas 1 o 2 minutos. A veces daba la impresión de que habían ensayado más para esta coreografía de cambios de escenario que para la obra en sí. O al menos, exactamente el mismo tiempo, porque hacerlo tan fluido y sin errores y sin perder la coordinación ni el ritmo de la música, es realmente difícil.

Y esta semana que empezará un grupo de teatro va a representar El Rey Lear en bengalí...espero poder convencer a mis estudiantes...Shakespeare quizá no sea tan atractivo como una comedia con Osama Bin Laden como protagonista para unos jóvenes de ciencias, pero para una licenciada en Literatura Inglesa como yo, King Lear es la mejor obra jamás escrita.


viernes, junio 01, 2012

Volando iré, volando volveré...

...a Calcuta. Por fin, las listas de la AECID han salido, el Vice-Chancellor de mi universidad ha aprobado mi solicitud, y me quedo un añito más aquí, en esta ciudad cuyo lenguaje urbano todavía no entiendo pero que se ha convertido en parte de mí.

En una semana estaré volando a España, para pasar unas merecidas vacaciones de verano mientras la universidad cierra, para recuperar los buenos hábitos: gazpachito con tomates de huerta, playita y montaña, paseos mañaneros, unas cañitas con aceitunas en una terraza,..

Así (y por culpa de una canción de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros) vuelvo a darle vueltas a mi cabeza a una idea que me lleva persiguiendo desde Japón. ¿Qué significa "hogar"? ¿Qué es un hogar? ¿Qué es sentirse en casa? ¿Dónde está la "casa" de uno? ¿Es una casa de verdad, un espacio físico y geográfico particular, o es algo totalmente distinto? Sigo explorando el asunto...sin llegar a demasiadas conclusiones, la verdad.

Os voy a contar una cosa que me pasó ayer. Ayer fue un día muy largo, el último día de exámenes en la universidad. Tocaban los exámenes orales, y en mi afán por hacer la entrevista oral similar a los DELE, aquello se hizo eterno. 6 horas dictando, corrigiendo y entrevistando a alumnos...Sin parar de hablar. Menos mal que no estaba sola y la profesora Bhattarcharya me ayudó sobre todo con las cuatro últimas entrevistas y el último dictado, porque no podía hablar más. Total, que llegué a casa a las 6, loca por una ducha y un café. 

Mientras iba a la cocina a hacerme el café, me crucé con Shibu, uno de los conserjes de la residencia. Es el más hablador, aunque, por ¿desgracia?, no habla inglés, pero me mezcla bengalí e hindi a ver como entiendo yo mejor (lo que provoca que a veces no sepa en qué idioma me habla aunque le entienda, por mucho que yo crea que siempre le contesto en "mi bengalí"....). Como siempre que voy a hacer té o café, le pregunté si quería él también, y como siempre, me dijo que sí, "un poquito". Después nos fuimos a la oficina, para tomar el café juntos y charlar viendo la tele. Vimos unos programas en plan Videos de primera, parte de una película hindi, de otra serie americana de ciencia-ficción, y al indio Visvanath Anand recibiendo su premio por ganar el campeonato mundial de ajedrez (yo le decía que este indio vive en España). 

Entonces me preguntó si Clo, mi ahora ex-compañera francesa (ya se marchó, hace tres semanas), iba a volver, y yo le dije que no, que iba a venir otra chica. Siguió preguntándome si yo me iba a quedar, y le dije que sí. ¿Cuántos años más? ¿5 años? No, no, de momento un año solo, a lo mejor dos, como la anterior lectora, María. 
- Sí, María se quedó 3 años. Luego viniste tú. ¿Eres familia de María?
- No, no. (he debido de responder a esta pregunta 100 veces...)
- Cuando te vi la primera vez pensé que eras su hermana pequeña
- ¿En serio? Jaja, no, no, yo no tengo hermanos ni hermanas. ¿Por qué?
- Tenéis el mismo corte de pelo.
- Jaja, es que está de moda en España
- Ah, pues después estará de moda en India... (esto no lo entendí muy bien, pero creo que quería decir esto...). Pero una cosa es muy mala, ahora estás unos años en India, y luego ¿a dónde vas a ir? ¿Vas a volver a España?
- Mmmm...no sé...
- Tienes que quedarte en un lugar, ¿no? Es mejor. No es bueno estar siempre yendo de un lado a otro. ¿Por qué no te enamoras de un indio, hacéis un love marriage (opuesto al "arrange marriage", el típico aquí) y te quedas en India?
-  JAJAJAJAJA (ejem....)

Quitando el tema de la boda (del que hablaré otro día, porque es algo que siempre está en boca de los indios - casi todos -), me chocó que me dijera que es malo estar moviéndose de un lado a otro y que hay que establecerse en algún sitio alguna vez. En realidad, no "alguna vez", sino más pronto que tarde. A veces Shibu me recuerda a mi madre (sí, guapa, esto también me lo dices tú). 

A veces España e India parecen que son países vecinos. 

Esto que me dice mi madre, que me dice Shibu, ¿es verdad? ¿Es malo andar de un lado para el otro constantemente? 6 años allí, 1 allá, 2 acá...¿y después? ¿Puede la cadena de viajes terminar tan fácilmente? ¿O es imparable? A veces me imagino viviendo muchos años aquí, y me pregunto si no me aburriría, si no haría alguna locura para marcharme a otro lugar. ¿Hay un límite de lugares a los que uno puede saltar? ¿Habrá un momento en el que algo en mí diga "basta" y me quede allí donde esté?  Y si no lo hay, ¿qué pasará? ¿Cómo será mi vida?

Bueno, creo que lo tendré que averiguar por experiencia propia. Porque, tal y como están las cosas, parece que lo que me queda es seguir volando.

Ah, os paso la canción de Edward Sharpe que está girando en mi cabeza, y que ha inspirado la idea para esta entrada:


Cuantas preguntas en esta entrada. Mmmm...

Thinglink Plugin