lunes, enero 31, 2011

Los alumnos

Hoy me apetece hablar de mis clases y de mis alumnos. La verdad es que son lo mejor de la escuela y de estar aquí: vale, la comida me encanta, la ropa es preciosa y supercómoda, el clima es fantástico, estoy en un país "exótico" y es fascinante, sí, todo eso está muy bien. Pero lo que de verdad me gusta es dar clase a estos estudiantes.

Había oído cosas muy positivas de los alumnos indios, pero también que las diferencias culturales causaban algunos problemillas. Bueno, de momento no he tenido ninguno, creo, aunque a lo mejor no me he dado cuenta...

¿Por qué me encantan? Pues porque, aunque parece que la India y España (o cualquier otro país hispanohablante) no tienen mucho que ver, que son dos lugares muy lejanos, a pesar de toda esa "distancia" física y cultural, los alumnos están motivados. En realidad, muchos trabajan para compañías que tienen negocios con entidades hispanas, o con países hispanohablantes. Para la mayoría de estos, aprender español es una manera de subir escalafones en la empresa. Otros, quieren cambiar de profesión y convertirse en traductores. Sin embargo, hay otros que se apuntan por amor a las lenguas, por curiosidad, porque han visto películas españolas, por el fútbol, por la salsa...Razones de lo más pintorescas. Uno, por ejemplo, quiere entrar en el ejercito y parece que los idiomas le permitirían alcanzar un rango más alto, pero también porque está personalmente interesado en la Guerra Civil Española. Este estudiante tiene apenas 20 años, lo cual lo hace más excepcional. Otros, son traductores de francés que quieren pasarse al español porque hay menos competencia (aquí los negocios con Francia son importantes). Otros, porque quieren empezar a aprender lenguas romances y se han decidido por el español para entrar en contacto con ellas. También hay quienes quieren irse de vacaciones a las Islas Canarias. Un poco de todo.

El caso es que le ponen interés. La mayoría, claro, siempre hay excepciones. Algunos todavía no tengo muy claro para qué estudian español, pero el caso es que lo intentan. Como siempre, los hay más rápidos y más lentos, pero en general, lo pillan todo a la primera, a pesar de que es una lengua muy diferente. Lo mejor es la cara que ponen cuando lo entienden y les sale bien, se les nota en los ojos una alegría especial. Dan lo mejor de sí mismos y siempre quieren saber más y más cosas, parecen esponjas que quieran saberlo todo. A veces es un poco extenuante de más, ya que preguntan cosas de nivel muy avanzado que no les puedes explicar ni aunque quisieras y pudieras, pero cuando les dices que no es el momento de aprender eso, que hay otras cosas antes, lo entienden y te dejan en paz.

Tengo una clase con 13 alumnos y otra con 25. La de 25, que son muchos, es realmente agotadora, no puedo estar al tanto de todos y es una pena. Debería haber dos grupos, porque también hay como dos velocidades en clase y mediar es muy complicado. Eso sólo hace que tenga ganas de esforzarme todavía más, pero no sé si podré...a ver cómo va. La otra clase, la de 13, es más relajada, sobre todo porque nunca han ido los 13 juntos y en realidad, sólo tengo 8 alumnos aproximadamente cada día. Así es mucho más fácil hacer cosas amenas, conversar, hacer acitivadades personalizadas y esas cosas. Noto que se lo pasan mejor, y ¡ojalá pudiera hacer lo mismo con la otra clase! ¡Qué frustración!

También me hace gracia que, aunqeu tengo mayoría de hombres en clase, hay muchas más mujeres de las que me esperaba. En general jóvenes, pero también más mayorcitas. Tengo hasta alguna que es profesora de lenguas (pero de alemán). Algún día le tengo que preguntar qué opina de mi forma de enseñar. El caso es que aunque hay alumnos que son bien rápidos e inteligentes, las mujeres les ganan por goleada. Tengo a cuatro o cinco que son despiertísimas: son ingenieras, directoras de departamentos, analistas,...trabajan muchas horas en empresas grandes y aún sacan tiempo para hacer las cosas de casa (al menos las más mayores que seguramente están casadas, aquí se casa todo el mundo), y también para estudiar español. Admirables.

Como la otra profesora que tenemos en la escuela. Estamos Lucía, de Argentina, y yo, y luego Prachi, una chica india que empezó estudiando español y trabajando en un agencia de viajes y acabó como profesora de español. Se mata trabajando un montón de horas a la semana, y aún tiene tiempo para encargarse de todas las cosas de casa y de seguir aprendiendo español, y de preparar las clases. No sé cuánto tiempo aguantará así, pero menudo espíritu que tiene.

Espero poder sacarles fotillos a mis alumnos y compañeros de trabajo un día de estos y colgarlas aquí. Para que les conozcáis un poquillo.


viernes, enero 28, 2011

La basura

El día que llegué, después de dormir un poco, cuando por fin fue de día y salí a la calle, no puedo olvidar la sensación de polvo en el aire, de suciedad, de humos de los miles de coches, buses y motos que pasaban por la carretera, del ruido de los cláxones que todo el mundo hace sonar aquí como locos. No podía usar el abanico, a pesar del calor, porque sentía que me llevaba la polución a la cara. Hay días en que uso el pañuelo sobre la boca y la nariz para no aspirar tanto polvo. Todos los días paso la escoba dos veces porque siempre hay más polvo.

Y sin embargo, cuando fui a hacer el registro de extranjera, conocí a una pareja filipina muy maja que estaba aquí con visado médico (mucha gente viene aquí para hacerse un tratamiento médico, al parecer los hospitales son buenos y más asequibles que en otros sitios), me comentaron que Bangalore era la ciudad de la India más limpia donde habían estado. Habían ido a Mumbai (Bombay) y a Delhi, y que aquello era terrible, decían. En comparación, Bangalore es más moderna, está más limpia, más arreglada, etc. Yo estaba flipando en aquel momento, pero les creo. Pasado el shock del primer día, pasada la mirada occidentalizada, en realidad, NO HAY tanta basura como había visto en fotos de la India antes de venir. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a otro tipo de ciudades.

De camino a la escuela se ve ya un resumen de lo que hay en la ciudad. Y de lo que no hay. Y es que lo que no hay, son cubos de basura. No hay contenedores ni cubos de basura por ningún lado. 0. Asi que claro, la gente, lo tira al suelo. Vale, no es tan obvio y lógico. En Japón tampoco había apenas cubos de basura ni mucho menos contenedores, pero la gente se lo llevaba todo a casa y reciclaba. Porque allí es obligatorio y tienen un buen servicio de basuras que funciona todos los días, y que pasa por delante de tu casa.

Pero aquí las cosas funcionan de otra manera. Empezando porque hay más gente que en Japón, y sobre todo, porque hay más gente viviendo en la calle que en Japón. Y también, porque hay un estigma al respecto de la basura y la limpieza: las castas altas no pueden relacionarse con estas cosas, con la suciedad, eso no es, digamos, honorable ni deseable. Sólo las castas bajas se dedican a profesiones relacionadas con la limpieza, ya no sólo de las calles, sino de la ropa, alcantarillado, casas, etc. Desde su punto de vista, limpiar es rebajarse. Claro que sino tienes dinero, pues te toca limpiar a ti en casa, porque es tu casa y es de tu propiedad, tú y sólo tú eres el responsable. Pero, ¿la calle? La calle no es de nadie. Nadie se preocupa.

En lugar de contenedores, lo que hay son lugares que de alguna manera están señalados como basureros porque se acumula todo allí. Aquellos que en vez de tirar las cosas al suelo sea donde sea que estén, las tiran en los montoncitos de basura, ya tienen algo de conciencia ecológica. En las esquinas, detrás de un árbol, pequeños rincones, se acumulan montañas de desperdicios. Cada cierto tiempo pasan hombres y mujeres con bolsas de plástico enormes, recogiendo cosas un poco al azar, parece, haciendo una selección dependiendo de lo que vayan a buscar, aunque aún no entiendo muy bien si seleccionan en serio o es por pura diversión-aburrimiento. Otros vienen con camioncitos (a veces camionazos) y se llevan todo lo que pueden. Muchos son parejas, o familias, que se dedican al negocio de la basura porque es la profesión de su jati (subgrupos dentro de las castas, como gremios o algo así), o eso digo yo, tampoco les he preguntado directamente. Pero siempre quedan restos de basura en el sitio, nunca les he visto llevarse todo. Tal vez sea para que la gente no se olvide de que es allí dónde hay que dejar la basura.

Por ejemplo, en mi bloque de apartamentos, todas las mañanas viene una mujer a barrer, y va llamando a las puertas, me imagino que para pedir dinero. (Pues no, venía a pedirme la bolsa de basura, esa que yo dejaba a las 12 en las escaleras...Claro, ¡ella no podía saber que esa bolsa era la mía!). No le he abierto todavía, porque no sé si quiere dinero o ofrecerse para limpiar la casa por dinero, ni si va a saber hablar inglés....y por que estoy a dos velas. Tampoco sabría cuando darle. Tampoco es que limpie mucho, aunque con la de polvo que hay en el aire, seguramente si me daría si faltara unos días. También, tu dejas la basura fuera, cerca de las escaleras (hay varias plantas), temprano por la mañana, y a eso de las 12 ya no está la bolsa. ¿Dónde está? Ni idea. Simplemente desaparece. Pero parece que no hay otra manera de deshacerse de la basura.

Sólo vi contenedores de basura, y además con separación según el tipo de residuos, en Nandi Hills, unas colinas a las afueras de Bangalore que son un pequeño remanso de paz y naturaleza, aunque aún así hay bolsas de patatas fritas, envoltorios de chocolatinas, botellas de agua y otros desperdicios por todas partes. Me parece que no están acostumbrados al sistema de separación de basuras, ni al hecho de tener que tirar las cosas a un recipiento. Ahora que lo pienso, también había cubos de basura en Lalbagh Park, un parque botánico enorme al sur de la ciudad, con lago incluido. Cubos de diferentes formas (animales, troncos), con el cartel "USE ME" en grande, para que la gente se de cuenta. Aún así, no parecía que el mensaje tuviese mucho efecto.

Falta concienciación de la magnitud del problema, y también, contenedores en las calles. Al menos, no estaría la basura molestando tanto en la calle ni sirviendo de alimento a las pobre vacas sagradas, o a los perros abandonados. Claro que tampoco tienen camiones adecuados para levantar contenedores. Muchos de los que recogen la basura, van con una especie de rickshaw-furgoneta.


jueves, enero 27, 2011

Ser / Estar aquí

Perdonarme la pequeña bromita del título. Es lo que tiene enseñar español, que se me ocurren cosas acerca de los idiomas nada más (o poco más), y estoy a punto de meterme de lleno en la problemática de ser y estar, una auténtica pesadilla para los alumnos y para los profesores. Con lo simple que es usar "to be" para todo.

El caso es que a veces me parece que siempre he estado aquí. Me cuesta un poco darme cuenta de que antes yo vivía en otro país y tenía otra vida: esa era otra persona, no yo. O algo así. En cambio, otros días me digo "Uau, tía, que estás en la India ¡y no te estás comportando como si esto fuera alucinante!" Un poco de todo.

Cuando tengo mayores ecos de nostalgia es cuando trato de hacer cualquier cosa del día a día, estilo comprar, mandar una carta por correo, pagar una factura, siempre y cuando sea algo que hago por primera vez aquí. Es que no sabe una cómo hacer y todo parece raro e ilógico al principio. Como la primera vez que fui a comprar al supermercado. En algunos pagas en caja y ya está, todo normal, pero en otros te dan el ticket y tú tienes que ir a otro mostrador a pagar, allí te lo sellan y antes de salir, en algunos sitios, te vuelven a mirar el ticket para comprobar que has pagado. Por otro lado, casi siempre redondean la cuenta porque no tienen suelto, así que si tienes que pagar 123 rupias, probablemente solo tengas que pagar 120 al final. Me pregunto qué pasará con las cuentas del super al final de mes. También, los precios varían bastante de un día para otro, y la leche que el lunes compraste a 15 rupias el jueves está a 20, así que supongo que esas tres rupias que un día no pagas se ven compensadas de alguna manera al día siguiente.

Lo más fascinante es lo del regateo. En realidad, no hay precios fijos en casi ningún lado, sólo en tiendas occidentalizadas, pero en las tiendas en las que los indios compran en realidad, lo normal es que pidas un descuentillo y te lo hagan, y entonces tú pidas más descuentillo y te lo hagan, y entonces dices un precio más bajo y ahí empieza el regateo de verdad. Nunca había regateado tanto en mi vida, pero poco a poco le estoy cogiendo el tranquillo.

Por ejemplo, ayer. Aquí fue el día de la República, pero los días festivos en la India, como en Japón y a diferencia de España, no son días en que todo cierre: como te dediques a la atención directa al cliente (tiendas y hostelería), curras igual. Todos los centros comerciales abiertos, llenos de gente que en otros días estaría trabajando, todas las pequeñas tiendas, vendedores ambulantes, supermercados, rickshaw, taxis, autobuses, restaurantes, cafeterías...Vamos, que cierran las empresas y los bancos, y poco más. El caso es que por la tarde, después de dormir y descansar bien, decidí salir un poco y me acerqué a Commercial Street. Está a una media hora de mi casa a pata (más que nada por lo que tardas en cruzar las calles), así que no está tan lejos y me ahorro el rickshaw.

Llegué sin problemas y me dediqué  a dar vueltas por todas las callejuelas, llenas de gente a rebosar, de coches, motos, bicis y rickshaw pitando, gente llamándote y gente regateando. Iba  a buscar un bolso, pero aquí son todos los bolsos demasiado grandes o demasiado pijos para mi gusto (no pegan nada a mi modo de ver con la vestimenta tradicional de las mujeres, pero ellas no opinan como yo), y no encontré nada. Lo que sí encontré fueron unos dupatta (una especie de fulares o bufandas ligeras) preciosos. De hecho, había como una calle en que casi todas las tiendas eran solo de dupatta...Pero claro, además de elegir uno que te guste a ti y no dejarte convencer por el tendero, que te va a dar lo que él quiere, hay que regatear después...En el primer sitio, los dupatta eran demasiado sosos, pero estaban tirados de precio, a 100 rupias. En el segundo sitio que miré en serio, si que había cosas monas, con más decoración, un poco tirando a una pashmina pero sin serlo de verdad. 270 rupias que al final se quedaron en 200 más que nada porque no tenía nada suelto. El tendero me pidió dólares pero yo le dije que no tenía, que no era americana, así que quedo por 200 rupias y punto, pero seguramente habría podido sacarla por menos.

Después de mirar en varios sitios más ya solo por mirar, sin intención de comprar, encontré una tienda con unos pañuelos, palestinas y fulares PRECIOSOS. Alucinantes. No había visto cosa tan bonita en ninguna otra tienda, y ya llevaba hora y media pululando por Commercial St. Entré y allí sólo había un grupo de tres mujeres musulmanas con su marido, padre, o el hombre de su familia, cubiertas hasta arriba con el nikab, que me miraban como si fuera marciana porque estaba eligiendo ropa no occidental, y porque estaba regateando. Al final compré otro fular, negro y verde, muy elegante, que no sé cuando me pondré pero es que me enamoré al instante. Otras 280 rupias que se quedaron en 200. El mejor truco es preguntar primero por una cosa en la que no estás realmente interesado, luego por lo que te interesa, pensártelo y hacer como que te marchas...Bueno, a veces no funciona. Supongo que no siempre tienen tanto margen para regatear.

Como era el día de la República, en muchos lugares ponían que tenían ofertas especiales. En una tienda vendían saris por 250 rupias, tiradísimos. No sé la calidad, pero para el día a día estaban más que bien y de hecho, había un montón de mujeres rebuscando y comprando. A lo mejor para una ocasión especial no valían, pero para usar diariamente, por 250 rupias, es un precio estupendo. No vi saris mucho más baratos que eso en ningún otro sitio. Eso sí, en esa tienda decía un cartel bien grande "Fixed Price". Con lo baratos que estaban, como para regatearles el precio.

Lo más gracioso para mí es regatear en los rickshaw. Me he dado cuenta de que muchos de ellos han usado el taxímetro tan pocas veces que no saben el precio real del viaje y a veces lo sacas por menos. Ganarían más poniendo el "meter" (taxímetro). Por ejemplo, cuando la semana pasada fui a la Foreign Registration Office, fui por 40 rupias y volví por otras 40, negociando las dos veces. Esta semana, el conductor que me llevó accedió a poner el meter, no sé por qué, y resultó que el viaje valía...45 rupias, y porque me bajé antes. Vamos, que casi 50. Los dos primeros perdieron dinero. A la vuelta, con el conductor más majo que me he cruzado hasta ahora (hablaba conmigo, me preguntó si había comido ya, que es la pregunta que se hace aquí para ver qué tal estás y demostrar respeto, me ofreció cigarrillos y me preguntó si me importaba que él fumase, etc), al final le di 50. Total, era lo que valía el viaje, y no había sido borde ni me había intentado llevar por otro lado ni a otra parte, como otros conductores de rickshaw que parecen majos suelen hacer. Eso sí, por pedir, al principio me había pedido 90...

Creo que me gusta lo del regateo, la verdad. Hace la compra más interesante. 

miércoles, enero 26, 2011

Ya en la India

He tardado en volver a escribir, lo sé, pero he estado ocupada. Hoy por fin tengo un día libre, ya que es festivo en la India, el Día de la República. Hoy se cumple el 61º aniversario de la constitución de la república de la India.

Y para celebrarlo, me he dedicado a dormir, a pasar las fotos que he sacado hasta ahora al ordenador, y a escribir en el blog. Un día tranquilo.

La verdad es que me hubiera gustado haber escrito cosas ya antes. Pero como os contaba, he estado muy ocupada sin saber ni cómo.

Algunos ya sabéis que mi llegada a la India fue algo accidentada. Los de Air France y su maravilloso servicio perdieron mi maleta de tal forma que no habia pista ninguna de dónde estaba (no trace of your suitcase, madam). Ya la primera hora en la India, de madrugada, tener que esperar y pelearme durante casi dos horas con el servicio de reclamación de Air France en la India, apenas entendiendo el acento ni los papeles, fue bastante duro. Sobre todo porque resultó que en el avión había otra maleta igualita igualita a la mía, roja, de la misma marca, modelo y tamaño. Cuando la vi la cogí enseguida, no miré la tarjeta identificadora ni nada: di por supuesto que no habría otra maleta igual y que esa era MI maleta. Pero al cabo de unos minutos se acercó un señor a reclamarla, y efectivamente, era su maleta. La mía no venía. Un chico se estaba pasando al rededor de las cintas de maletas con una lista con un montón de nombres raros. Ya le había echado un vistazo, pero sin la lentilla puesto no veía demasiado bien y en principio, no vi mi nombre. Luego me fijé más, ya que mi maleta no venía, y...allí estaba claramente escrito, pero al final de todo, mi nombre. Y ahí empezó la espera y la discusión con los de Air France. Después de dar mis datos me aseguraron de que encontrarían mi maleta, me dieron una bolsita con cepillo de dientes, pasta, otros items de higiene y una camiseta blanca enorme (como hicieran los de British Airways en USA, pero sin los 50 dólares de compensación), y me largaron. Todo esto en dos horas. Si realmente alguien del Insituto Hispania había ido a buscarme al aeropuerto, tenía muchas dudas de que siguiera esperando a las 2 de la madrugada...Salí supernerviosa, pero allí estaba un cartel con mi nombre y el nombre del insituto. ¡Menos mal!

El que nos recogió a mi padre y a mí fue Anil, el "office boy" o más bien, "chico para todo" del insituto, sin el cual no funcionaría nada, porque todo lo hace él: encender los ordenadores, hacer fotocopias, arreglar cualquier cosa, pedir comida si hace falta, coger las libretas y archivadores de los armarios...En fin, todas las cosas, digamos, prácticas. Al principio me costó mucho hacerme a la idea de que aquí las cosas funcionan así, de hecho, todavía me cuesta. Cuanto menos haga uno mismo, parece que es mejor. Esas pequeñas cosas del día a día se dejan para los otros, para los sirvientes. Y es que esa es la palabra que más se acerca a la realidad.

Bueno, yo me enciendo el ordenador solita y también me voy a buscar la comida yo, pero es cierto que no voy a hacer yo misma las fotocopias, que sino las tengo que pagar de mi bolsillo.

Otro ejemplo similar es el del "tea boy", el chico que trae el té y el café todos los días. Normalmente se pasa después de comer, pero hay días que se pasa también por la mañana. En la escuela hay una pequeña cocina, utensilios y un termo, pero rara vez hay café o té si el chico del té no viene. Parece que nadie se lo puede hacer por sí mismo si le apetece. A lo mejor no sale tan rico, pero tampoco es que se me vayan a caer los anillos.

En fin, así son las cosas aquí. Hay gente que hasta va al supermercado con el sirviente para que elija las cosas y lleve las bolsas. Lo que no entiendo es por qué no le dan directamente la lista de la compra. Supongo que algunos sí lo hacen, pero que otros quieren supervisar. Bueno, es un poco como el servicio de entrega a domicilio en España, solo que aquí como no hay, tienen que traerse a alguien consigo para que lleve las cosas. Un trabajo más. Con la cantidad de gente que hay en este país, sin estos pequeños trabajos mucha gente estaría en la calle sin nada. Y ya hay mucha gente en la calle sin nada. En los 10 minutos andando que tengo hasta la escuela, hay al menos 15 personas que duermen, comen y viven en una sola acera. Una es una familia entera, que no sé si duerme exactamente allí, pero sin duda vive cerca y se pasan allí el día mendigando con tres niños pequeños.

En realidad, lo que más me duele es que tratan a esta gente fatal. Ya no sólo a los que mendigan por la calle, sino a los "sirvientes" en general. Les gritan, les acusan sin pruebas de no hacer lo que se les manda, se nota un desprecio en el aire que me asombra, porque en realidad sin ellos su "calidad de vida" se vería disminuida gravemente.

Por ejemplo, cuando por fin encontraron mi maleta, y cuando por fin me la mandaron dos días después, tras discutir con los de Air France y los del aeropuerto de Bangalore por teléfono, eran las 8 de la noche o así cuando por fin me avisaron de que había llegado a la escuela y decidí pasarme a buscarla. Me moría de ganas de tener mi maleta en mis manos de una vez y comprobar que todo estaba bien y en orden. A esa hora Anil ya no está de office boy, sino que había otro chico, de no más de 15 años (seguramente menos). Más bajito que yo, delgaducho, con una sonrisa enorme. Mi maleta pesaba más de 23 kilos (me la dejaron pasar en el aeropuerto de favor), y en el insituto pretendía que este chavalito escuálido la cargara hasta mi casa (10 minutos por unas aceras casi inexistentes o por una carretera con un tráfico endiablado). Mi padre y yo nos negamos, dijimos que preferíamos llamar a un taxi aunque fuera un poco caro. Tras discutir un poco, porque parecían no entender nuestra demanda, decidieron que lo mejor era llamar a un rickshaw. No sé si habéis visto un rickshaw, pero es bastante pequeño. Mi maleta es como yo de grande. ¿Entraríamos la maleta y tres personas en la parte de atrás del rickshaw? Albergaba serías dudas. Cuando por fin el chavalillo vino con el rickshaw, no sé cómo consiguieron que entrara la maleta en un pequeño espacio que tienen que hace de maletero, aunque en realidad no entraba del todo y la estábamos sujetando con nuestras cabezas. Así, apretados y encorvados, llegamos a mi casa. Pues el chiquillo estaba empeñado en que quería subirla él solo al segundo piso, menos mal que mi padre ayudaba. El chaval no parecía comprender que no era necesario que él hiciera todo. Cuando no teníamos suelto para pagar al conductor del rickshaw, él fue con el dinero y volvió con cambio para pagar. Parecía que él tenía que hacerlo TODO. Sólo pidió un poco de agua al final, pero yo le di algo de dinero más, aunque eso no mejoró la forma en que me sentía. Me sentía fatal. Explotar al chavalillo así y darle unas pocas rupias que para mí no son nada (bueno, en realidad sí, porque de momento solo cobro en rupias y ando escasa de dinero, que aún no he cobrado nada). No estaba arreglando nada. No podía arreglar nada. Lo peor fue cuando al día siguiente Lucía me contó lo que sabía del chaval, que no era mucho, pero sí sabía su sueldo: al cambio, 50 euros al mes. 50 euros al mes por hacer todo lo qe le mandaran aunque fuera excesivo, como llevar una maleta que pesaba lo mismo que él o un poco menos. Además, ese fue su último día de trabajo allí. Supongo que estaría harto y que se iría a otro sitio donde le pagaran un poco más o le trataran un poco mejor.

Ahora están buscando un segundo office boy para las tardes.

Rickshaw en Austin Town, Bangalore.


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